18.09.2013
Observatorio taurino. Los tiempos cambian que es una barbaridad
Álvaro Rodríguez del Moral
MANZANARES: UN MONUMENTO AL ARTE DE TOREAR
Sucedió en Nimes; el alicantino cortó
cuatro orejas y un rabo pero, sobre todo, dio lo mejor de sí mismo al
cuajar de cabo a rabo al quinto garcigrande de un mano a mano con El
Juli que redimió de los fallidos intentos anteriores de ese mismo vis a
vis en Valencia, Huelva y Bilbao. El suceso recordó otra tarde
histórica, en la plaza de Sevilla, de la que se cumplirá un año en muy
pocos días. José María Manzanares concluía ayer mismo una de sus
temporadas más complejas en Murcia.
Otro septiembre sin toros en Écija
El ejemplo es válido para todas las
localidades de tradición taurina que, por unas cosas o por otras, han
dejado de contar con el toro en su calendario festivo. Los que ronden la
cuarentena recordarán aquel famoso eslogan -popularizado en la
recordada revista Toros’92- que cantaba “Écija, la de los carteles de
lujo”. Eran los inicios brillantes de José Jesús Cañas, celebrado como
el empresario más joven de España a finales de esa segunda década
prodigiosa de los 80. Antes de perderse en otros laberintos y perder
credibilidad, Cañas fue el auténtico motor de aquel esplendor taurino
del coqueto coso de Pinichi del que no queda ni rastro detrás de sus
puertas cerradas. A los festejos de la feria de septiembre se sumaba
aquella corrida del día de Andalucía que llegó a convertirse en el
pistoletazo de salida de la gran temporada. ¿Por qué se perdieron
aquellos años prodigiosos? ¿Quién o quienes fueron los culpables? El
lloriqueo llegó con Barcelona pero el caso de Écija es extrapolable a
decenas de cosos. Nadie lloró cuando el derribo llegó a Alcalá de
Guadaíra…
El eco del toreo, triunfos secretos
Una cosa nos lleva a la otra. Todo era
distinto aunque pareciera igual en aquellos momentos: el toreo vivía
unos años de auge, alimentado por esas tragedias de Pozoblanco y
Colmenar Viejo que dieron un renovado impulso a la credibilidad de la
profesión, machacada mediáticamente desde la década anterior por una
nefasta generación de periodistas que dibujó muchos tópicos que siguen
lastrando el toreo. Pero el mundillo se alimentaba de su propia gasolina
y navegaba a todo trapo dando sitio a los mejores; aún no había calado
el chaparrón antitaurino pero tampoco había comenzado el inflado
artificial aupado sobre los tíos del ladrillo y el puro que, a la
postre, ha sido tan contraproducente como el afán abolicionista. Más de
veinte años después, el toreo vive un momento de esplendor de puertas
para adentro pero ha perdido el eco exterior más allá de los muros de
las plazas de toros e incluso dentro del ámbito interior de la propia
fiesta, sumida en su particular cóctel de crisis varias. El ejemplo lo
tenemos en la semana que pasó: con o sin indultos, se han sucedido siete
días de acontecimientos que reflejan la valía de sus autores a pesar
del escaso altavoz mediático. Esas obras se encuentran a veces con el
ninguneo de ese extraño estrato de ¿aficionados? que odian a los toreros
que triunfan y los toros que embisten. Pero hay un dato definitivo: los
toros están machacando a golpes y cornadas a todos los hombres de luces
sin entender de escalafones ni metales. A pesar de todo, esto sigue
siendo muy verdad. Ojo…
Sobre los indultos: amnistía general
¿Qué toro han indultado hoy? Podría ser
la pregunta de cada día al echar una ojeada a los resultados de los
festejos de la jornada. Volveremos a viajar en el tiempo para recordar
dos perdones iniciáticos que no tienen nada que ver con la fiebre
actual. Aquel Bienvenido de Jandilla o el Gitanito de
Torrestrella , indultados por Ponce y Dámaso en Murcia y Valencia fueron
los fundadores de esta nueva época que ha viajado de la excepcionalidad
al todo vale. Los ejemplares indultados, por norma habitual, merecen su
perdón gracias a una infinita y dócil durabilidad. El concepto
perseguido deber ser ese toro mexicano con el que sueña Talavante, un
modelo que condenaría a la mansedumbre a la cabaña brava española. En
cualquier caso, a nadie le amargan esos ejemplares cuando caen en las
manos adecuadas pero una cosa es seguir la muleta media hora y otra muy
distinta querer cogerla de verdad en veinte muletazos preñados de
auténtica entrega. ¿Con qué versión se quedan? Un servidor lo tiene
claro; lo mismo que esta amnistía general -como las coronaciones de las
dolorosas- está devaluando el verdadero sentido del indulto, que tiene
un gran valor y es necesario cuando premia la bravura real. Estampas
como la de Baza, con el toro anestesiado y metido en una pala excavadora
sólo son piedras en nuestro propio tejado. El esperpento nos refrescó
la memoria de otra película parecida, hace ya casi veinte años. Eran los
inicios de Morante y Leonardo Muñoz, su descubridor, había montado una
novillada en Guillena que no se sabía muy bien si era picada o sin
picar. El inefable taurino sevillano montó una tremolina para animar al
público a indultar uno de los novillos, que sin cabestros en los
corrales, se negó a volver a los chiqueros. Finalmente fue un inmenso
carnicero con catiuskas blancas el que obligó a entrar por el portón al
bicho de culo empujándole por la testuz…
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