Páginas AFICIONADOS TAURINOS SIN ANIMO DE LUCRO

lunes, 11 de noviembre de 2013

BÁRBARO ADAME EN LA MEXICO


Es una historia sencilla. La de Adame. El toreo las tiene a puñados y sólo son ciertas si ruge fuerte el eco de los olés que deja la gloria cuando la plaza queda sola. Uno se queda allí, casi apagadas las luces, con los almohadilleros recolectando lo suyo, los rezagados por el alcohol manteniendo la vertical frente al viento y las olas que produce su embriaguez, una pareja que se jura amor eterno que dura la eternidad de esa madrugada que comienza… y en el aire ventoso y húmedo resurgen los olés mexicanos que dicen: por aquí pasó la gloria. Hace tantito. Estas historias llegan a veces en esos días tan inexistentes que hasta el calendario no los quiere tener. Y a veces nos caen dentro de los ojos los días señalados con ese círculo rojo con el que anotamos las grandes ilusiones. Entonces las historias sencillas de gloria se hacen más épicas. Esta era tarde acunada y mecida en mimo por el calendario, oro puro con el español más inconquistable, El Juli. Con un güero que resurge de los infiernos, Payo. Y un moreno menudo de pierna quebrada y andar doliente que se hizo el amo de la tarde, del calendario y de las historias sencillas que sabemos que son gloria porque los olés de su toreo permanecen en la plaza cuando ya no hay nadie: Joselito Adame.

Eso tiene el toreo. Que se sube a los hombros de los hombres como Adame, frágiles en apariencia, pilares de lo que fuimos, somos y seremos. Más de treinta y tantas mil gentes son muchas almas a la espera de algo tan sencillo como la gloria o el paraíso del toreo y la corrida y los toreros se hicieron cómplices para no defraudar, para no desmentir a los que vendemos que el paraíso es el toreo y, por tanto, es México, con sus toros embistiendo a la velocidad del alma, los toreros congelando la suya y el público deshelando los minutos que sumaron cuatro horas en una tarde de historia sencilla. La historia del toreo es la suma de las tardes de hoy. Desde el paseíllo había trama, desde antes, espera, desde siempre, deseo. Y fue el reencontrado, Adame, que pisó la arena con el aplomo de los que van a vencer convenciendo, el que lideró la gloria. Una larga al toro primero de su lote, fino de piel y cabos, sienes estrechas, como saludo, y de desde ahí, la actuación redonda de un torero lanzado.

Con esa clase escondida de los buenos toros, el de Fernando de la Mora fue a más en faena a más. Peldaño a peldaño hacia la cima de la pirámide. Tras un inicio de poste quieto, hubo dos tandas de congeladera, o de olés a la espera, y a partir de ahí con el toreo anclado, cuerpo olvidado y brazo lento, surgió un toreo despacioso a la altura de la calidad del toro, con muletazos que dejaban adivinar el siguiente, unas veces compás abierto, otras figura erguida, trazo largo y por abajo. Metió en los vuelos de la muleta Adame los olés de treinta y tantas mil gargantas a compás. Mano derecha e izquierda, cambios de mano o los de pecho, pausas entre tanda y tanda, gestos de si puedo, maneras de si soy. Un espadazo recibiendo y apenas quedó todo a un milímetro de el rabo. Quizá por eso, y por la tarde, y por El Juli, y por El Payo, salió Adame en el otro a quemar las naves.

Toro de caja y peso, basto, de cara estrecha, y otra larga al hilo de las tablas y faena iniciada sentado en el estribo. Tuvo el toro bondad y mejor son por el lado derecho, para irse en corto y ahí se fue el torero para exprimir lo que había, muy entre los pitones sacó el brazo en trazo limpio y faena importante con manoletinas finales de órdago y espadazo algo caído. Grande Adame en día de gloria. Tapó esas bocas que bostezan nomás porque no creen. La única forma incorrecta de bostezar. Y a eso fue Payo, buen torero y para arriba. Esas esquinas de caprichoso asalto que tienen los públicos mancillaron una obra excelente muy al final. La faena al bajo y hechurado cuarto, gran toro. Porque todo lo que hizo el torero fue caro, dejarse llegar desde lejos al de De la Mora, recogerlo sin violencia, reunirse con él, trazar despacio y largos los muletazos, cambios de mano interminables, una faena cara. Sólo al final hubo desacople quizá por empecinarse en cerrar de una forma que ya el toro no admitía. En exceso le castigaron los que vieron mucho toro, siendo el torero el que mejor vio y toreó al toro.

No fue malo el otro, pero hubo una suma de ataque de ansiedad por parte de Payo, testarudo y orgulloso, el paso de la gloria de Adame y la tarde noche que se puso pendeja y ventosa. Por eso regaló con ímpetu el sobrero, bueno pero no de tanta calidad como su primero, para formarle un lió que le regresó donde siempre tuvo que estar. En el corazón del público. El toreo, el bueno, había sido antes. Como antes había sido el milagro de haber hecho casi bueno lo escaso, lo falto de raza, lo manso y de escaso celo en los dos toros de El Juli. Al primero, de cara alta y celo mínimo, lo toreó superior de capa de salida y el quite. Y con la muleta, prolongó e imantó una embestida corta que hizo larga, mérito grande porque además el toro siempre llevó la cara por arriba. Lo mismo que el quinto, toro desasistido de bravura, desclasado, al que llegó a meter en la canasta, al toro y al público, que roneaba feliz de Adame. Responsable y en figura, sólo la espada le privó de trofeos.

Manso y a la espera, tapando la salida, el primero para el rejoneador Emiliano Gamero fue un largo aperitivo de pequeños desastres y grandes valentías de un torero joven y gallardo que se afanó firme y que dice que el rejoneo en México anda por crecer. A pie anda crecido. Orgulloso. Tiene fe en sus hombres, los que responden a su tauromaquia de ancestros, a sus historias de bravos. Los que de cuando en vez, en esas tardes sencillas que nos dejan escuchar los ecos del paso de la gloria, ayudan a recuperar la fe en el toreo. No hay nada más sencillo que un torero creyendo en sí mismo. Es el secreto de Adame.
 
Plaza México (México D.F). Unas 33.000 personas en el embudo. Tercera de la Temporada Grande. Toros de Guadiana (para rejones) y Fernando de la Mora (4º y el de regalo premiados con arrastre lento). Emiliano Gamero, silencio; El Juli, ovación y palmas; Joselito Adame, dos orejas y dos orejas y El Payo, oreja y silencio y dos orejas en el sobrero de regalo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario