Álvaro Rodríguez del Moral
Aquí no salen las cuentas. Unos y otros despiden el otoño con miedo al frío del invierno mientras las calculadoras siguen echando humo. Y no hay forma de cuadrar ningún número. Dicen que hoy mismo hay cónclave madrileño de la gran patronal taurina – extra omnes – para proponer una estrategia común y demandar a las autoridades competentes una adecuación de los costes del espectáculo. Anoten algunos parámetros: normalización de los pliegos de plazas de titularidad pública; bajada de impuestos; rebaja del IVA; normalización de gastos sanitarios y veterinarios; trasvase de las cuotas de la Seguridad Social de las cuadrillas a sus matadores… la lista puede ampliarse muchas líneas más pero hay una sola certeza. La rentabilidad del espectáculo, en casi todos los escenarios, está en peligro y la peña anda sin tabaco. Si las entradas no bajan vendrán curvas muy gordas.
La tragedia del segundo circuito
Pero si el toreo hace aguas en las plazas grandes, el naufragio de los cosos de tercera y cuarta categoría alcanza proporciones oceánicas. En el pecado llevamos la penitencia y es difícil arar en campo quemado pero el comunicado emitido por la Asociación de Jóvenes Empresarios Taurinos merece un repaso concienzudo. ASOJET hace un nuevo llamamiento a la unidad del sector – largo me lo fiáis – para reducir unos costes de producción que los jóvenes gestores califican de “casi utópicos”. El estudio facilitado por esta asociación abarca 78 ruedos de tercera y cuarta categoría, escenarios habituales de las actuaciones de toreros del grupo C que, para entendernos, son los que no han alcanzado la cifra de 13 actuaciones en la temporada anterior. Según los datos recogidos por ASOJET durante 2013, una corrida de toros en una plaza de tercera categoría con toreros de este grupo profesional tendría unos costes de entre 74.000 y 78.000 euros de los que el 22% se invierten en gastos de organización; algo menos de un 12% en publicidad mientras que cerca del 20% sería destinado a pagar el ganado lidiado. El resto, en torno al 46%, se emplearía en pagar los salarios y los seguros sociales de los toreros que incrementarían su caché si fueran del grupo B.
Un espectáculo muy deficitario.
Las conclusiones de este estudio son demoledoras y elevan el déficit del espectáculo hasta un 70%. Si estas cifras son reales no hay futuro. En esta tesitura, los jóvenes empresarios reconocen que hay que “buscar la máxima calidad posible en el espectáculo que ofrecemos y cuidar mucho más a nuestra clientela”. Así sí. De la misma forma, no queda otra, piden un abaratamiento de los costes administrativos “en base a un acuerdo con las autoridades”. Pero ASOJET termina de meter el dedo en la llaga al denunciar “un convenio irreal que casi nadie respeta porque es inasumible con estas cifras por lo que cada vez en más medida se tiende a camuflar la legalidad en lugar de obrar con sentido común”. Ésa es la pura verdad. Que levante la mano el que haya cobrado siempre y en todo lugar esos mínimos que se usan para denunciar el lóbrego túnel que atraviesan muchos, muchísimos más de los que han sido señalados como chivo expiatorio de un complejo panorama en el que todo el mundo sabe bien lo que hay y lo que se maneja. Los requisitos oficiales – por exceso y por defecto – son irreales y también sirven para socavar aún más los débiles cimientos de la base del toreo, que ha visto desaparecer plaza a plaza el ámbito natural de su forja. Las cosas se mueven, sí, pero la solución sólo puede llegar sentando en la misma mesa a todos los actores del espectáculo. Y nos marchamos con rumores del Arenal: “Te puedo asegurar, en un 90% de posibilidades, que El Juli y Escribano compartirán cartel para matar la corrida de Miura en Sevilla”. Esto vuelve a empezar…
No hay comentarios:
Publicar un comentario