Páginas AFICIONADOS TAURINOS SIN ANIMO DE LUCRO

miércoles, 14 de agosto de 2013

VERDAD Y PUREZA

   

Se abrió la puerta de cuadrillas y allí aparecieron ellos. De monosabio y oro. La plaza fue un clamor, el público en pie rompiéndose las manos con aplausos para recibir a dos toreros. Antonio Ferrera y Javier Castaño volvían al ruedo con sus respectivas cornadas para terminar con una encastada corrida de La Quinta que los había mandado al hule. La raza de los protagonistas del mano a mano pudo más. Consiguieron que el público sintiera como sólo se puede sentir alguien en una plaza de toros. Los pelos de punta, los gritos de ¡toreros, toreros! fue el agradecimiento a dos hombres a quienes solo puedes destocarte para hablar de ellos.

Antonio Ferrera tenía cortadas las dos orejas al tercero de la tarde después de solventar las nulas opciones del que abrió plaza. Saludó al toro de autos de rodillas, muy pegado a tablas, con dos tijerillas y un farol que ejecutó en el tercio. Allí se estiró a la verónica. En el tercio de varas llegó la sorpresa. Ferrera mandó bajar a su picador para ejecutar él mismo la suerte. Lo cogió arriba y picó poco. Quitó por chicuelinas y brilló con los rehiletes. Quiebros y piruetas precedieron a un gran par por los adentros, el tercero.

El de La Quinta metía bien la cara y salía con ella del muletazo con los pitones mirando al cielo. Ferrera se puso una y otra vez sin volverle la cara. Tras una tanda de probatura, llegaron naturales largos en el centro del ruedo. Recogió al toro en la segunda raya y armó en esos terrenos la faena. Le dio distancia con cites en largo, un toro con prontitud que nunca embistió humillado hasta el final. Más mérito aguantar, clavado, con el toro soltando la cara. Más naturales, algunos mirando al tendido. De bella lámina los ayudados por alto al final. Pinchó en el primer encuentro. Se tiró a morir o matar a la segunda y dejó la estocada arriba. El toro se la cobró. Dolorido, se levantó con la ayuda de cuadrillas para, con autoridad, señalarse a su oponente que el triunfo estaba ahí. Dos orejas que agradeció entre ovaciones camino de la enfermería.

Javier Castaño había conseguido un trofeo del segundo de la tarde al que hizo el quite por chicuelinas. El efecto llamada desmonteró a David Adalid, Fernando Sánchez y Marco Galán, este último a la brega, en el tercio de banderillas. Comenzó pronto la música y eso animó a los tendidos que se comenzaron a fijar en la labor del torero. Se cruzó en todo momento y adelantó la pierna en cada cite, Castaño marcó el camino por el que tenía que embestir el toro de Álvaro Martínez Conradi. Lo mejor llegó por el pitón derecho. Los muletazos por abajo como remate, sumados a la estocada, sirvieron en bandeja el premio.

Salió el cuarto, serio y astifino, al que embarcó en vistosas verónicas. El toro apretó a los adentros y en un momento de despiste no le dio tiempo a Castaño llegar al burladero. Tuvo que ser llevado a la enfermería. Álvaro de la Calle tenía la oportunidad de su vida en la mano. Por delante, tres toros de La Quinta y un público en shock.

El que ya estaba en el ruedo, «Mulero», tomó el capote en el quite de De la Calle desvelando la casta que escondía y el peligro que esto acarrea. Brindó al público. Claro que sí. Entre avisos y coladas del toro, Álvaro de la Calle dibujó muletazos con mucha profundidad, seguro y firme. El público respondió con cariño elevado a la enésima potencia. También tuvo empatía en el momento de cuadrar al toro, difícil por la extensión de su bonita actuación. Álvaro emocionó a los tendidos que esperaban con el pañuelo en la mano. De la tragedia al éxito, de la desazón a la alegría, comedida, eso sí. Los dos pinchazos que precedieron a una estocada hasta la bola no impidieron el trofeo. Olé.

A punto de salir el quinto de la tarde se abrieron las puertas y murmullo en El Bibio, que tuvo regalo atrasado de cumpleaños. Antonio Ferrera, remangado y con pantalones de monosabio, volvía al ruedo con una cornada en el muslo derecho que disecó la femoral superior sin llegar a romperla. A su lado, Javier Castaño, con otro tabaco en la zona perineal que afecta al coxis. Los cojones intactos.

Ferrera se fue derrochando verdad al centro del ruedo para el saludo. Galleo por chicuelinas para llevarlo al caballo. Otra vez por «Chicuelo» en el quite. Compartió los garapullos con Adalid y Sánchez. Al violín, en la cara, clavó Ferrera. Mal la banda que solo tocó con el que iba de oro. Mucho empaque en cada pase tras el brindis a los médicos de la plaza. Ni se inmutó con los derrotes que lanzaba el toro por abajo. Tremendo al natural, suave y de viaje largo. De éxtasis los ayudados finales. Oreja. Quedaba el sexto.

Larga y farol de rodillas, verónicas a pies juntos y chicuelinas de buenas a primeras. Lo puso en largo al caballo que montaba Tito Sandoval. Por dos veces, la segunda picó con regatón. La Fiesta en todo su esplendor. Todos los tercios habían sido protagonistas. Nuevamente desmonterada la cuadrilla al completo. Castaño brindó a su amigo Ferrera. Los pelos de punta. Centro del ruedo, pasándoselo muy cerca por ambos lados hasta que la obra fue compacta para las dos orejas. Mis condolencias a quien no se enteró de lo que allí pasó.

Se fueron los tres a pie, saludaron al mayoral de La Quinta y recibieron una clamorosa ovación de un público entregado a la verdad más pura del toreo.

 


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