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martes, 28 de enero de 2014

INTERESANTE ENTREVISTA A ENRIQUE PONCE

No es sencillo saber preguntar, saber contestar, saber hablar y saber escribir como lo hacen en la entrevista que reproducimos a continuación,  tanto Enrique Ponce como Jose Luis Ramon. El nuevo director de 6TOROS6 devuelve la gran categoría que había perdido la revista semanal con esta entrevista al grandioso torero valenciano. Merece la pena ser leida con mucha atención porque, de lo que Ponce explica con la misma maestria y sencillez que emplea para lidiar y torear reses de lidia, muchos aficionados, sobre todo los que empiezan a serlo, la mayor parte de los que creen que lo son y hasta no pocos críticos taurinos que pasaron y pasan por sabios sin serlo, tienen ocasión de enterarse de lo que todavía no se habían enterado.

No hay nada como tener tiempo para charlar. Y junto al tiempo, voluntad y ganas. Y de todo tenía Enrique Ponce la misma noche que en Madrid se entregaron los premios del Club Allard que llevan su nombre. Una vez finalizado el acto de entrega de reconocimientos, del que tuve el honor de recibir uno, nos apartamos de los invitados y, por gentileza de la directora del Club Allard, nos encerramos en un despacho espléndido. Allí tuvo lugar esta conversación. Había tiempo y muchas ganas de preguntar y de hablar. Además de la sabiduría de un maestro, no hacía falta más.

 —Cuando estás en el burladero sale el toro, ¿qué es en lo primero en que te fijas?

 —En las hechuras. Y dentro de eso, en si está en el tipo morfológico de la ganadería y del encaste al que pertenece. Por poner un ejemplo, no me preocuparía si un toro del encaste Atanasio es más bien altón, huesudo, grande y veleto de pito­nes. Pensaría “es un toro grande, pero está dentro del encaste”. Y lo mismo con los otros encastes. Además, trato de recordar algún toro parecido de hechuras que yo haya matado y que me recuerde al que acaba de salir por la puerta de chi­queros. Yo siempre busco la positividad. En el toreo y en la vida. Busco el lado bueno, y cuando veo salir un toro, quiero recordar alguno que se parezca y que salió bueno.

 —Y después del tipo, ¿en qué te fijas?

—En el tranco. En el galope. En que llegue al burladero galopando o en que llegue andando. No me gusta que vaya trotando o al paso, sino que prefiero que cuando se arranque vaya con todo. Y luego, cuando llegue al burladero, que eche la cara al suelo y no pegue el cabezazo arriba.

 -¿Sacas ya entonces conclusiones de cómo puede ser el toro?

 —Son detalles que no te dicen cómo va a ser el toro, pero apuntan cosas. No es lo mismo llegar al burladero y pegar un derrote arriba, que meter el hocico abajo y rematar. Ese es un síntoma bueno. Pero sólo es un síntoma, porque los toros cambian durante la lidia, aprenden y desarrollan. Por eso la lidia es tan im­portante. Hay que darle una importancia vital a todo lo que el toro hace desde que sale al ruedo. Por eso es muy importante tener profesionales a tu lado, que sepan llevar la lidia por el buen camino desde el primer momento. Todo en la lidia tiene que tener un sentido. Y hay que ser pro­fesional. Con mi cuadrilla siempre he ha­blado que hay que intentar que la lidia tenga orden. Para que un toro no se ma­logre por el camino hay que hacerle una lidia perfecta. Todo lo que se haga a favor del toro, siempre va a ser positivo. El toro no se tiene que orientar nunca de nada. O lo menos posible. Hay toros que son más listos y otros que están más entregados, por eso todo lo que se le haga bien hecho el toro lo va a agradecer luego durante la faena de muleta.

—Tu carrera ha estado cimentada por haber lidiado toros de encastes muy variados. Es probable que el espectador siempre vea al mismo Enrique Ponce, se trate del toro del encaste que sea. Y sin embargo, no siempre es el mismo torero, aunque lo parezca.

Buena pregunta. Por supuesto que el torero siempre es el mismo, que soy yo, pero es verdad que los distintos encastes hacen que la lidia y las faenas sean diferentes. Por ese motivo veo positiva la variedad de encastes. Una de las cosas que echo en falta en estos últimos años es la variedad que había cuando yo empezaba, hace veinticinco años, pero es que hace cuarenta años aún había más variedad. Y hace cincuenta. Hoy en día ya no es así, y se nota en la monotonía que pue­de provocar lo que algunos llaman monoencaste. El encaste Domecq está en un gran momento y es el que mejor ha so­brevivido a la exigencia del toro grande, al toro con volumen y que luego embista. En el caso contrario está Santa Coloma, que sufrió el exceso de volumen. El toro de Santa Coloma chico, de 450 kilos, tie­ne un trapío impresionante. Es un toro que el trapío lo lleva en su mirada y en su gesto. Fue un error querer sacar de tipo ese toro de Santa Coloma. Y si te das cuenta, las ganaderías que han sobrevivido de ese encaste, como son Ana Romero y La Quinta, por ejemplo, salvo excepciones mantienen el toro bajo y bien hecho. Y prueba de ello es que cuando se lidian en una plaza que no les exige el trapío que a otros encastes que sobrepasan con creces los 500 kilos, cualquier toro de esas ganaderías tiene una gran seriedad en su mirada y en su morfología. Ahora se está empezando a valorar ese toro que a simple vista no parece grande, pero que entraña una gran seriedad. También hay ganaderías que se han ido perdiendo por consanguinidad, por no cruzar, y también tienen un mérito muy grande. Por ejemplo, Samuel Flores, que nunca ha cruzado con nada, y es muy difícil mantener un encaste tan puro durante tantos años. Y ahí está, manteniéndose con un gran esfuerzo. O Pablo Romero, ahora Partido de Resina, otro ejemplo. Y también ganaderías que recuerdo de cuando empezaba, como son Antonio Pérez, Galuche y hasta lo de Murube, que ahora mismo está representado por Capea, por Pepe Murube y por Fermín Bohórquez, que tienen un gran éxito a caballo y a pie echan toros de gran calidad, pero son ganaderías que han sufrido mucho el tema de la consanguinidad. Miura, Victorino, Cuadri… tienen un gran mérito. Sin embargo. Domecq está muy abierto, van refrescando unas gana­derías con otras y se van dejando los se­mentales.

—Pero, obviamente, no son todas iguales.

—Claro, son muy distintas entre sí. Cada ganadero le ha ido dando su perso­nalidad. Siendo lo mismo, Victoriano del Río nada tiene que ver con Juan Pedro. ni Zalduendo con Jandilla, y eso hace que el concepto de monoencaste no lo sea tanto.

-¿Cuáles son las características definitorias del toro de Domecq?

—Es un toro muy compensado. Y tie­ne muchas virtudes: la nobleza, el recorrido. el temple… es un toro que lo tiene todo, aunque a veces no lo tenga en un grado superlativo. Pero lo tiene. Quiero decir que puede salir un toro que no tenga una característica en grado máximo, pero las tiene todas. Destacaría también su fijeza. Incluso el toro regular es un toro fi­jo. El malo de otros encastes a veces pier­de la fijeza, deja de estar contigo, y eso es una característica fea. En cambio, el toro de Domecq mantiene mucho la fijeza. Incluso los que no humillan del todo, a media alturita son capaces de embestirte sesenta veces muy bien. Y de no orientarse. Suele tener nobleza y. por tanto, se entrega al torero. En su conjunto, es un toro que se acerca mucho a todas las virtudes.

Cuando sale uno extraordinario, de cin­co virtudes posibles tiene cuatro a un ni­vel altísimo. El defecto para mí del en­caste Domecq es, en general, que cuando roza la muleta a veces quiere puntear. Y ese cabezazo al final del muletazo es mo­lesto. Lo mejor es que ese defecto se pue­de ir puliendo. Hay toros de otros encas­tes que cuando rozan la muleta la empujan, se la llevan, y esa es una gran virtud. Me consta que algunos ganaderos muy amigos míos lo han corregido mu­cho, y en estos últimos años se ha notado.

—¿Y las características del de Victorino Martín?

— La humillación. Esa manera de em­bestir por abajo, transmitiendo tanto, es lo que le ha llevado a ser lo que es. El peligro de esa ganadería es que algún día pierda esa manera de humillar. Es un toro de gran seriedad, que normalmente no se suele ra­jar ni caerse. El toro de Victorino bueno, con el cual me he encontrado en muchas ocasiones, es un toro que ha humillado y que, salvando las distancias, tiene simili­tud con el toro mexicano. Es lógico, por­que vienen de lo mismo, aunque en Méxi­co han echado mucho Santo Coloma. El “Victorino” es un toro, además, que tiene una gran despaciosidad en su embestida.

 -¿Y el de Núñez?

—Este encaste está ahora mismo re­presentado por Alcurrucén. Es un toro bajo y muy bien hecho. De Núñez me gusta el toro con el pitón blanco y engati­llado.. . bueno, la verdad es que este es el toro que me gusta de todas las ganaderías… Del “núñez” me gusta su recorri­do y su temple. El toro de Núñez que embiste humillado y templado, y se reboza hasta el final, a mí me ha ido muy bien. Salvo excepciones, porque el bueno bue­no lo es de cualquier ganadería, el toro de Núñez al principio no es fácil. Es un toro muy para toreros, tienes que adaptarte a él, le tienes que ir haciendo… No es un toro que te sale ya hecho, e incluso con el capote son bastante complicaditos. Es un toro con un gran fondo, y te lo va dando poco a poco. Es un toro que no te lo va a regalar, sino que tú tienes que ir sacándoselo. Y por eso mismo es grande en su embestida, porque muchas veces el público no lo espera, ni incluso el torero lo espera, y eso hace que la faena tenga una dimensión insospechada. Es un toro que suele dar grandes triunfos. Los ha dado durante toda la historia.

—¿Atanasio?

—Es un encaste que he matado muchísimo. Sobre todo en los años 90 lidié camadas enteras de Atanasio Fernán­dez. Y siempre triunfaba con ellas en las plazas más importantes… Madrid, Bil­bao, Arles, Bayona… en esos años fueron un encaste y una ganadería muy míos. El toro de Atanasio es parecido al de Núñez en que no se define, es abanto e informal en los primeros tercios, y de él destacaría el temple. Cuando se mete en la muleta no pega un cabezazo, embiste con temple y despacio. También es un toro muy para toreros, en el sentido de tener que extraerle el fondo. Pero te lo acababa dando. Ahora está representa­do muy dignamente por Puerto de San Lorenzo y Valdefresno, y la última vez que salí a hombros de Madrid fue con uno de Javier Pérez Tabernero, de ese mismo encaste. El “atanasio” es un toro abierto de pitones, grande de hueso y de talla, un toro largo, con alzada y con ba­dana, y con la característica de ser un toro chochón, como nosotros decimos. Ver un toro tan grande embestir de esa manera y con esa boyantía llamaba la atención.

-¿Murube?

—La característica esencial del toro de Murube es el temple. Aunque es un poco mironcito, también obedece mucho y embiste muy templado. La humillación quizá no es su mayor virtud, lo que no quiere decir que no salgan toros humi­llando, pero ahí es donde más se ha teni­do que trabajar. Recuerdo grandes faenas a toros de Murube, de la ganadería del maestro Capea, en Salamanca a uno le corté el rabo, el último que se ha cortado en esa plaza. Y este mismo año, en Tomelloso, le indulté un toro realmente ex­traordinario, que humilló de verdad.

Otra característica es que embiste de principio a fin con el mismo ritmo, y eso es bonito e importante.

—¿Santa Coloma?

—Este toro, para bien o para mal. no te engaña. El toro de Santa Coloma no es el toro que tienes que hacer, porque el que es que no. es que no; y el que es que sí, es que sí desde el principio. Es el toro menos mentiroso que hay. El bueno es un toro que transmite, que galopa, que humilla, que tiene suavidad, que tiene un recorrido largo… el bueno de Santa Co­loma es el toro ideal. El problema viene en el malo. El toro malo de Santa Colo­ma es un toro listo, que si no humilla te da muchos problemas, porque siempre te ve por arriba, por eso tienes que estar muy tapado con él. También destacaría su viveza, su listeza, y que hay que hacerle las cosas perfectas. Y que no perdo­na. Si al bueno no le haces bien las cosas, aprende, y si se orienta de algo, no se le olvida. No es toro al que tienes que ha­cer, si no que le tienes que aprovechar. Y si es bueno, puede ser interminable, con una embestida clara, templada, rítmica, con transmisión. Y con gran seriedad, en su embestida y en su expresión. Cuando el toro de Santa Coloma te mira, es una mirada muy peculiar. El malo es un toro muy listo.

Me has hablado del comportamiento de los toros a nivel general según distintos encastes, lo que sucede es que luego intervienen las manos del torero. Tú tienes fama, Enrique, bien ganada y continuada durante los años, de que te sirven muchos toros que en apariencia no deberían embestir. Háblame de las manos de los toreros, que no son otra cosa que la prolongación de su inteligencia.

—La técnica en el toreo es fundamental. Es verdad que las manos hacen mucho, porque está claro que un toro en manos de un torero es de una manera y en las de otro puede ser de otra distinta. En una corrida de toros esto no se puede ver, pero si se pudiera, se vería que muchos toros son diferentes según los toreros. No se puede llegar a ser un torero de largo recorrido, una figura del toreo, sin técnica. Es fundamental que la cabeza funcione y que el torero sepa lo que hace en cada momento, con el toro que tiene delante.

—Primer concepto de la técnica: la colocación.

Importantísima. En los tentaderos, a los chavales que han toreado poquito, les ves que la colocación no es buena ya de entrada. Posiblemente está al hilo del pitón y le cuesta dar el pasito para delan­te. Estar colocado siempre es fundamen­tal en el toreo.

—Cruzarse.

Estar cruzado con un toro es una de las bases fundamentales para poder torear, pero no porque sea difícil estar cruzado. Algunos aficionados piensan que para los toreros estar cruzado con los toros es un problema. Que le cuesta cruzarse, cuando es todo lo contrario. Es funda­mental estar cruzado, pero en el primer muletazo; en el siguiente y en el siguien­te es imposible estar cruzado, porque para ligar tienes que estar al hilo del pitón, que es donde más riesgo hay, porque el toro te ve mucho más que cuando estás cruzado. Cruzarse con los toros es real­mente un recurso.

—El cite.

—Para citar colocado hay que estar enfrontilado entre los dos pitones, y cruzarte un poquito, porque en ese terreno vas a provocar mucho más y mejor la embestida del toro. Esto en el primer muletazo, pero no en los siguientes, por­que por geometría te quedas al hilo del pitón.

—Siempre que quieras ligar…

—Claro. Siempre que quieras ligar los pases, a no ser que se pare el toro y te vuelvas a cruzar. El valor del torero no está en el primer muletazo, sino en los si­guientes, en el segundo, en el tercero, en el cuarto y en el quinto, porque cada vez el toro te va a apretar más. Ahí es donde dejas la muleta puesta en la cara y ligas el muletazo, estando más bien al hilo del pitón. El toreo es una circunferencia, y ¿cómo te vas a meter el toro atrás y luego no quedarte al hilo? Físicamente es im­posible.

-Ganar y perder pasos.

-Necesario también para ligar los muletazos. A veces parece que perder un paso es un pecado, pero es que hay toros que te piden que se lo pierdas, porque de lo contrario no los vas a torear. ¿Qué preferimos, que se toree o que no se toree?

—Sobre todo, que se ligue o no se ligue, siendo ésta la esencia del toreo contemporáneo.

 —Claro, porque se puede ligar perdiendo un paso, si el toro te lo está pidiendo. ¿Por qué? Porque se está quedando cortito y necesita espacio para embestir otra vez bien sin arrollarte. Le pierdes un paso, o se lo ganas. Si se va muy largo, se lo puedes ganar, en vez de perdérselo. Todo depende de la embesti­da del toro.

Es que, en realidad, más que ganar o perder un paso, como concepto, se trata de buscarle la colocación donde el toro va a seguir embistiendo.

—Totalmente. Tú puedes perder un paso o dos, pero dejarle la muleta puesta y ligarle, porque el toro te repite. Para li­gar es fundamental que el toro te repita.

la muleta puesta en la cara. Eso hace que embistan muchos más toros. Lo difí­cil . dentro de la técnica, es dejársela en la cara e írsela quitando a milímetros de los pitones, de manera que vaya lo suficien­temente enganchado como para que no te vea, pero sin que te la tropiece. Esa es la madre del cordero. Por eso, el torero que tiene pulso, que tiene temple y que tiene valor para poder aguantarle esa em­bestida cuatro o cinco veces seguidas, es el torero que lo cuaja.

—Las alturas.

—Fundamental. Si el toro tiene la condición de no humillar y le bajas la mano, además de que te ve por arriba, es que no le pegas ni un pase. A ese toro habrá que llevarle a su altura. Muchas veces veo a neófitos que se las dan de que saben, in­cluso en los callejones, sobre todo pasa con los chavales, que su única palabra es “bájale la mano… por abajo, por abajo”, y a lo mejor el toro está embistiendo por en­cima del palillo, y entonces resulta que no va tapado, por lo tanto te va a ver y a la ter­cera te va a echar mano. Cogerle la altura en la cara al toro es muy importante.

—Me interesa mucho el concepto de llevar al toro tapado.

Es que es importantísimo. Tapado para que no te vea y tapado para que em­bista a su altura. Esa es la manera, mu­chas veces, de que no se quede corto y puedas construir una faena a un toro que no te humilla.

—Embistiendo, ¿qué es lo que no le debe faltar a un toro bravo?

-Recorrido.

-Un toro puede tener mu­chos defectos, pero su mayor virtud es que cuando coja la muleta, la siga hasta el final. Esta cualidad es lo que te permi­te acoplarte a muchos toros. Pueden tener otros defectos, pero cuando le metes en la muleta y una vez sientes que te la ha cogido, es fundamental que la sisa hasta el final.

—¿Por abajo?

—Por donde sea. Por abajo, a media altura o un poquito por arriba al final… peí o que siga la muleta. Que no se quiera paliar a mitad de muletazo a buscar el cuerpo. Eso te permite acoplarte y cuajar mucho más toros.

—Hablas de acoplamiento.

—El torero que tiene regularidad y es capaz de cuajar muchos toros, se adapta ante todo a la embestida del toro. El tore­ro que espera que el toro se adapte a su toreo, ese torero cuajará menos toros.

—¿Y este concepto vale también para el temple: adaptarse a la veloci­dad del toro o reducir su velocidad?

—Hay veces en que tú reduces la velocidad del toro. Pero hay otras que no. Si el toro tiene la condición de embestir violento y rápido, y de no entregarse, tú no lo reduces. Puedes hacerlo con el toro que se te entrega y a partir del tercer mu­letazo se la dejas por delante y como que lo frenas, y la embestida del toro se ra­lentiza. Pero eso es así porque el toro tie­ne esa condición. Ahora bien, el torero tiene que sacárselo. Es una virtud del to­rero, pero que el toro te da o no te da, y no todos los toros te lo dan.

—A mí siempre me ha gustado entender la lidia de un toro, y así la has explicado tú, como un diálogo entre el hombre y el animal. El toro plantea problemas -las preguntas- y el torero utiliza sus recursos para resolverlos – las respuestas-. El espectador que no sepa ver esto dirá que todos los toros y todas las faenas son iguales, excepto cuando hay un gran éxito; el aficiona­do que sepa verlo nunca dirá que una faena no ha tenido contenido, incluso las que no son de triunfo y en las que aparentemente no pasa nada.

—Está muy bien definido. El aficiona­do bueno que disfruta es el que puede cap­tar estas cosas. Y no es fácil. A veces estoy en el callejón viendo a un compañero to­reando un toro, y yo me equivoco. El que mejor sabe cómo es el toro es el que está delante, él es el que capta todos sus mati­ces, y a él es al que de verdad no le enga­ña. Está claro que un aficionado bueno también puede captarlos, y ese es el que disfruta de las faenas, porque aprecia que no son todas iguales. El aficionado bueno es el que es capaz de entender primero al toro, y luego ver lo que el torero es capaz de hacer con él, en función siempre de la condición del animal. Verle los defectos y las virtudes, y ver cómo el torero se aco­pla o no a esas condiciones.

—Hasta ahora hemos hablado mu­cho de técnica. Pero hay mucho más.

-Naturalmente, porque todo lo ante­rior hay que hacerlo toreando con el al­ma. Yo toreo con el alma. La técnica no está reñida, ni mucho menos, con el sen­timiento y con el alma. La técnica ayuda y no impide expresar todo el sentimiento que llevas dentro.

—El alma debe verse, pero la técnica hay que enseñarla lo menos posible.

-Sobre todo en los toros buenos. En otros, en cambio, se ve tanto su peligro y sus problemas, que la técnica se aprecia mucho más, de manera que se valora el mérito de que el toro pase por allí. A mí me gusta que no se noten ni la técnica ni el valor, y que el toreo se vea como algo fácil y natural, como que el toro y el torero son uno. Que hay una conexión perfecta. Ante todo me gusta la naturalidad. Mi abuelo me decía que el torero tiene que estar siempre por encima del toro, que a cojones te gana el toro y que el to­rero tiene que extraer las virtudes y que parezca que no se está haciendo ningún esfuerzo. Las grandes figuras del toreo de todos los tiempos han sido así.

 -¿Qué es un torero?

 -Un hombre que es capaz de ponerse delante de un toro y crear una obra de ar­te aparentemente fácil. Y eso es muy di­fícil, porque estar delante de un toro es muy complicado, y pegarle pases a un toro, casi imposible. Si no eres un profe­sional es imposible. Cualquier persona que se pone delante de una becerra con una muleta, no le pega ni uno. Torear es muy difícil, y hacerlo de una manera na­tural, casi como si fuera un juego, un ba­llet… la fusión entre toro y torero, que crea una belleza irrepetible, esa es la ma­gia del toreo. Y hacerlo como si no tuvie­ra importancia es más difícil todavía. La grandeza del toreo está en usar la técnica para que todo parezca natural. La natura­lidad en el toreo es la mayor virtud. El ar­te es naturalidad. No es forzamiento ni crispaciones. El arte brota por los poros de la piel. Brota sin tener que mostrarlo. Así es en todo: el arte de tocar una guita­rra no está en que al guitarrista le sangran los dedos; el arte está en que la guitarra suena y parece que nadie la toca. Y en el toreo igual: lo más grande es la fusión de toro y torero, creando una escultura viva, fugaz, pero imborrable en tu retina.

—El toreo es la fugacidad de lo que está escrito en el aire dura un segun­do. Y desaparece.

- Dura un instante, pero nunca se te olvida. Esa es la magia y la grandeza del toreo. Creo que los toreros somos unos privilegiados. Lo digo sinceramente. Lo somos por poder sentir algo tan especial como es torear. Eso no está al alcance de cualquiera.

FUENTE DETOROSENLIBERTAD.COM

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