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martes, 17 de diciembre de 2013

CONFLICTO DE SEVILLA POR JOSE ANTONIO DEL MORAL

El plante de cinco figuras del toreo – El Juli, Manzanares, Morante, Perera y Talavante – anunciando que no actuarán más en la plaza de la Real Maestranza de Sevilla mientras sus gestores – herederos de la familia Pagés – permanezcan al frente del real coso como empresa, es la gota que ha colmado el vaso, ya repleto con los muchos despropósitos que estamos viviendo últimamente.

¿Qué hay en el fondo de esta barbaridad, intereses bastardos de algunos empresarios escondidos tras el quinteto para hacerse con la plaza con más categoría del mundo o, lo que más parece, que El Juli capitanea un grupo de la máxima élite para cumplir su deseo desde hace tiempo meditado y hasta el momento presente solamente sugerido de ostentar el mando supremo de La Fiesta?

Lo primero que a cualquiera que sepa de qué va esto se le ocurre pensar es que El Juli no está ahora como para encabezar esta rebelión. Hace años que perdió la gran fuerza que tuvo en las taquillas, su toreo dista mucho del que hizo gala hasta los comienzos de la última temporada y es manifiesta su comodidad al limitar la inmensa mayoría de sus actuaciones a cuatro o cinco ganaderías de las tenidas por más fáciles. Por eso ha tenido que hacerse acompañar por cuatro de los espadas más importantes quienes, por cierto, tampoco tienen fuerza para imponer nada a nadie en solitario, independientemente de las admirables cualidades que tienen reconocidas cada uno de ellos. Pero poca estima deben tener sobre sí mismos cuando tienen que recurrir al subterfugio de agruparse como si fuera uno solo. Esto no había sucedido nunca. Los toreros siempre fueron, individualmente, artistas enormemente meritorios. Uno a uno, jamás formaron equipos futbolísticos.

Asunto grave, pues, que acentúa la crisis que nos acosa. Y es que las cañerías del toreo están enturbiándose y hasta casi atascándose en el momento más delicado que padecemos. No está la situación para que ninguno de los sectores que integran La Fiesta, pretendan llevar todas las aguas a sus particulares molinos. Todos se quejan sin parar y, en vez de reunirse abierta y lealmente para buscar soluciones, cada cual parece ir por su cuenta tratando de sacar tajada.

Nadie puede negar, aunque lo disimulen, que en este mundillo, los profesionales suelen valorar el dinero por encima de todo lo demás por mucho que esgriman otros argumentos como haber conseguido que La Fiesta pase de Interior a Cultura y sus ya cansinas manifestaciones de querer apoyarla. Ya vemos como ayudan… Y  encima, “llevándoselo” – es la manera de hablar que tienen al respecto, lo cual dice mucho de lo que tanto les gusta  – con las mayores facilidades posibles y, cuanto más dinero les den, mejor sin pararse a pensar en las consecuencias que ello pueda acarrear.

Los principales protagonistas – matadores, ganaderos y empresarios – no terminan de acordar soluciones equilibradas ni por tanto razonables. Sobre todo la mayoría de los principales toreros y eso es lo peor porque casi todos están más que ricos. Tanto las figuras como las empresas más importantes están pecando por lo mismo. Ni que decir tiene que los gestores de cosos menores lo están pasando fatal y además no cuentan. Bastante tienen con sobrevivir.

Pero si de sobrevivir hablamos, los más perjudicados de la tripleta que sostiene el espectáculo son los sufridos ganaderos. Ahí es nada, los criadores de la insustituible materia prima. Incluso los más importantes que son los que venden más corridas, se las ven y se las desean para cubrir gastos. No digamos el resto porque muchísimos han tenido que tirar la toalla. De seguir así las cosas, gran parte de la cabaña de bravo podría desaparecer.

Los públicos por su parte, forzosamente abstenidos de acudir a las plazas por la carestía del precio de las entradas, contemplan el turbio panorama, ciertamente desilusionados. Sobre todo los pocos buenos aficionados que aún quedan. Entre todos y salvo en Madrid por San Isidro y en Los Sanfermines, solamente acuden a en masa a las plazas – por cierto casi nunca para abarrotar las localidades – cuando los espectáculos que se ofrecen son verdaderamente interesantes, cerrados, redondos. Y, a veces, ni con esas. Lo ocurrido este año en Bilbao ha sido tremendo.

Y para colmo de los colmos, además del poco espacio que los medios dedican a la Fiesta, la mayoría de la actual crítica supuestamente especializada, lejos de cumplir su obligada misión de informar y formar con independencia, competencia y objetividad, supervive buscando y en varios casos logrando compensaciones pecuniarias de carácter más o menos venal apalabrando cuotas anuales con los clientes. Unos para poder sostener sus medios, sobre todo muy deficitarios los de internet. Y otros para medio poder comer. Eso sin contar a los asustados de decir lo que piensan por miedo a perder su trabajo. No me choca. Yo he sido víctima en más de una ocasión de despidos o de amenazas de padecerlo por mantener mi independencia como crítico y aquí sigo aunque sea casi solo. A los poquísimos que seguimos fieles a tal valor contra viento y marea, nos tratan de locos quijotescos cuando no de imbéciles. Somos los últimos de Filipinas.

Pero lo peor es que gran parte de la crítica, además de haber perdido la independencia, actualmente escriben y hablan de toros sin la debida formación ni suficientes conocimientos.

Es cierto que apenas hay “sobres” ni se ven colas de críticos en los pasillos de los hoteles a la espera de que les den lo “suyo”. Pero abundan y crecen otras maneras de “trincar”. Razón ésta que está dañando muy seriamente la fiabilidad de la crítica y, lo que es más dañino, contribuye al confusionismo y a la pérdida de los valores más importantes del toreo cuando no a la distorsión de las jerarquías. No hay más que leer lo que nos llega desde América con México y Lima como peores ejemplos.

Item más: de poco tiempo acá, se trata de maestros a casi todos los que visten de oro y ni a los pocos que lo son ni a los muchos que jamás lo serán no se les cae la cara de vergüenza. Y hablando de vergüenzas, qué me dicen de los toreros que ayudan a comentar las corridas en algunos canales de televisión. Los hay que participan olvidando quienes fueron profesionalmente y muchos de ellos olvidando lo que en sus días dieron a los que les mandan. Pero es que también los hay que compatibilizan el apoderamiento de colegas jóvenes con los puestos que ocupan en el periodismo. Cómo vamos a tener respeto a esta gente; cómo vamos a pasar por alto que cuando en una retrasmisión aparecen en las pantallas varios minutos a lo largo del festejo sujetos famosos por ser habituales reventadores de la lidia y del toreo de los mejores, se les llama aficionados ejemplares mientras callan cobardemente los que tantos los padecieron. Callan, claro está, porque les pagan por ser comparsas y, claro está, también  porque en esto, hay que “llevárselo”.

En medio de tan general estropicio, están sucediendo cosas que jamás pudimos imaginar que ocurriera. Lo último, el plante de los cinco generales. En el caso de la Maestranza de Sevilla, comprenderíamos que los rebeldes sugirieran que si lo que la empresa quiere es rebajar sus honorarios, exigieran a cambio una rebaja sustancial del precio de las entradas y que la entidad propietaria – La Maestranza – renunciara a ganar la mitad de lo que cobra en acordado derecho sobre la taquilla bruta. Por cierto, una barbaridad. Pero de ninguna manera podemos aceptar esa amenaza de no torear. Que lo hagan. Ya veremos cuánto dura el plante. Porque si fueran coherentes, esta amenaza tendría que sumarse a otras plazas y ferias importantes, demostrando que detrás de lo de Sevilla hay otra clase de intereses.

Este es un golpe mortal a la Fiesta que, increíblemente, han dado los que más negativamente pueden ser afectados. No ha caído bien el asunto y mucho me temo que los “golpistas” lo sufrirán en sus propias personas. Al tiempo.

Y mientras tal dislate se dispara, asistimos también al penúltimo lanzamiento propagandístico del “mesías” José Tomás, a cuenta de su manoseada cornada de Aguas Calientes con libro del ínclito firmado que no escrito a propósito de la tragedia, vendida por él mismo y por sus corifeos más distinguidos con el común propósito de ganar más dinero a repartir entre el multimillonario protagonista y sus cantautores. Para calificarle de ultraterrestre por torear no más de dos, tres, cuatro o cinco veces al año como máximo en plazas que consientan complacidas ganado impropio de sus respectivas categorías.

Si se confirma el plantón, tendrá ocasión Tomás de responder a todos para compensarlo, anunciando y actuando en seis de las corridas que se celebren en la próxima feria de Sevilla, otras tantas en San Isidro, dos en Pamplona, otras dos en Bilbao agosteño y una de cierre en El Pilar de Zaragoza. Si así lo hiciera, no tendría que seguir recordando hasta el hastío la cornada mexicana que le pegó el “Navegante”. Y, de paso, también Fandiño tendría sobradísima ocasión se llegar a figura. Si los que lo son no torean, tendrá docenas de ocasiones para conseguirlo.

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