Galán lleva preparándose todo el invierno en El Castaño, la finca que compró su padre hace cerca de cuarenta años. Allí, en Los Barrios, en plena Ruta del Toro, entrena cada jornada: “Aquí vivo en torero y me echo mis tentaderos como si torease veinte corridas”, admite, y prosigue: "Si me hubieran preguntado con qué confirmación soñaba, habría respondido con ese cartel de toros y toreros”, y concreta: “Ya había tenido oportunidad de ir a Madrid pero siempre esperaba tener una confirmación digna. No la mejor, pero tampoco la peor. Y no ya por mí, sino por mi padre. Él hizo muchos logros, fue triunfador en esa plaza, derramó su sangre en ella, y su hijo merecía una confirmación digna. La espera ha dado sus frutos y no me he equivocado, he tenido paciencia y es una confirmación, más que digna, soñada. La empresa ha tenido sensibilidad y ha visto que soy un torero que, aparte de ser hijo de quien soy, he estado a la espera, siempre con humildad, sin tirar por malos caminos y manteniendo mi honor, que en esta profesión es muy importante”.
Ser hijo de, en su caso, tampoco le ha servido -al menos como matador- para allanar el siempre escarpado camino del toro: “Todos los que hemos sido hijos de figuras del toreo al principio nos han abierto muchas puertas pero las mismas que al principio se te abren luego se te cierran con más fuerza”, relata Galán, que asegura: “Nos comparan con nuestros padres y en mi caso ha sido una gran figura, una persona irrepetible, incomparable. Yo intentaré superarle, pero va a ser muy difícil. Nada más que con una zapatilla suya me haría figura del toreo. Mi sueño, en realidad, pasa por lograr lo máximo y hacerlo por mis propios méritos
FUENTE APLAUSOS
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