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viernes, 15 de noviembre de 2013

PERERA POR DEL MORAL


Miguel Ángel Perera, el campeón de 2013 por J. A. Del Moral.

Ya lo fue, y de qué indiscutible manera,  la temporada de 2008. Pero ha sido en la que acaba de terminar cuando se ha consagrado definitivamente, instalándose en lugar de privilegio dentro de la primerísima fila del toreo actual. Sucesivas cornadas y percances sufridos desde entonces hasta acá -algunos de larga y costosa recuperación-, nunca mellaron su natural e incólume valor. Un valor tan grande como capaz de sostener y de acrecentar sus muchas virtudes toreras.
Perera es el torero que en su sola persona resume, perfeccionadas, todas las revoluciones técnicas que han acontecido a lo largo de la historia. Por eso, y por su enorme fuerza de voluntad e indeclinable amor propio, ha conseguido situarse donde está, sin miedo a que nadie le apee de su pedestal. Y ello, también contra el viento y la marea de los muchos que han intentado apartarle de la contienda con repugnantes ninguneos en los medios, intentando ignorarle y hasta con vetos más o menos claros. No han podido con él. Perera ha sumado más tardes triunfales que ninguna otra figura. Al principio de su campaña,  con fallos a espadas que le privaron de cortar muchas orejas. Pero aun con estos fallos, terminó arrasando en varias de las plazas más importantes. Sobre todo en las más trascendentales de Sevilla y de Madrid, sin olvidar Alicante, Santander, Nimes, Albacete (donde indultó un toro de Daniel Ruiz) o Logroño. Su actuación en la feria de San Miguel en la Real Maestranza fue la mayor y más clara prueba de su conquista.
Seis años le han bastado a Miguel Ángel para lograrlo con sobradas creces, no sólo por haber conseguido torear con una regularidad pétrea a base de hacer coincidir y perfeccionar, en su sola persona, todas las revoluciones que han venido influyendo en el toreo desde las de Belmonte y Manolete hasta la última de Paco Ojeda. Y es que el valor de Perera es uno de los más grandes y conscientes que torero alguno haya tenido en la historia.
Si su temporada de 2007 fue la de su ruptura como figura, y la de 2008 la de su más claro ascenso a la cumbre, la que acaba de terminar de 2013 ha sido la que con más nitidez le ha llevado a ocupar un privilegiado lugar entre los grandes toreros que vienen reinando en la primera fila, a pesar de los intentos de no pocos de impedirlo, recurriendo a toda clase de subterfugios que no solo se emplearon  en contra de su excepcional e independiente apoderado, el matador de toros Fernando Cepeda – artífice de su extraordinaria administración –,  sino contra el propio interesado, por lo mucho que molestaron sus enormes cualidades profesionales que nunca se le subieron a la cabeza como hombre de la calle prudente y educado,  además de admirablemente firme en sus valores y creencias que viene defendiendo por encima de todo.

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