Que vayan dos toros remendando la de Valdefresno es lo de menos. Muchos de los asistentes no conocen ni lo uno ni lo otro. Da igual. El problema es el oscurantismo propio de otra época, la casposidad adherida a la Fiesta, la complicidad de profesionales multiusos que lo mismo te crían un toro, que montan Ferias a imagen o semejanza o que nos obligan a tragar con toreros cambia cromos. Y así hasta que reviente. Ojalá sea pronto. Porque al igual que nuestro Estado, la Tauromaquia necesita una limpieza de base por los excesos cometidos.
Que Padilla lo intentara con el flojo y noble primero, que no tuviera su tarde en banderillas, -no las puso en el cuarto-, es lo de menos. Se agradece la voluntad toda la tarde, aunque el cuarto, manso él, pudo tener mayores opciones. El susto que le propinó en una arrancada, de manso claro está, fue un susto al fin y al cabo.
Que Castella pusiera ambición es lo esperable. Que fuera autor de grandes muletazos en el sexto, que se terminó pronto, es de aplaudir. De emoción el péndulo inicial, su giro sobre las zapatillas para darle otro por la espalda, uno más por delante y vuelta por atrás, ligado un muletazo largo y el ajustado de pecho.
Que el público pague la rabia contra Morante es algo cotidiano. Da igual que no quiera ver a un toro, como en el primero de su lote, que lo intente. Fue como estar en un sueño la faena al quinto, en que un torero despliega su capote y embarca hasta en cuatro ocasiones a un toro para el disfrute personal de quien lo sepa paladear. Que doble la apuesta y llene de profundidad y torería dos tandas por el pitón derecho. Con los ojos cerrados pensando en que hoy va a ser. El toro perdió el gas. Cuando desperté Morante ya no estaba ahí. Era un señor de luces jugando con una espada a ver si por lo civil o lo criminal acababa con el de Valdefresno. Son detalles puntuales de una tarde, que de no existir no cambiaría el estado de la Fiesta.
Volví a la realidad, una realidad en la que sonríes al ver a Rafael de Paula secándose el sudor con una toalla en un tendido de sol y saludar con elegancia y sombrero de paja una ovación. Un escenario en el que no sabes cuánto tiempo sobrevivirán sus protagonistas. A corto plazo ni a Padilla ni a Castella ni a Morante les afecta lo más mínimo una tarde triunfal que lo de ayer, tampoco que se rechacen toros sin ton ni son sin saber un por qué o cabeza visible de la decisión. Eso no importa. Y por eso es el problema.
Y los políticos con los taurinos dirigiendo un barco hacia la desaparición. Pintando bonita la mierda. Color esperanza que dice la canción de una realidad que nadie está cantando. Como estudiante y taurino debes aguantar las desazones, la tristeza, la desilusión, la frustración de que los golpes te acribillen sin poder ni siquiera protestar o decir, ojo que estamos pagando los desastres de un sistema injusto, el taurino y el estatal, y que para colmo nos cierran las puertas a poder cambiarlo. En la plaza tan solo un pañuelo blanco como arma: para pedir auxilio, la oreja o sonarse los mocos. Depende de la tarde. Otros deberían usarlo para taparse la cara por impresentables. ¿Quiénes? Aquí nunca nadie da la cara.
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