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martes, 23 de julio de 2013

IVÁN FANDIÑO

Cómo y por qué Iván Fandiño rompió en figura en Mont de Marsan

Tras su triunfo en San Fermín frente a un gran toro de Fuente Ymbro con el que realizó la mejor faena de la feria, la siguiente cita de Iván Fandiño con reses de esta misma ganadería – la más encastada con notable diferencia dentro de las mejores en este momento – tuvo lugar ayer miércoles 17 de julio en la plaza francesa de Mont de Marsan. Fue en la primera corrida de su feria de La Madelén que, por cierto, se ha convertido en la más importante del sur oeste francés porque es la que ofrece más y mejores carteles y, por consiguiente, la que atrae más y mejor público, superando a las que de siempre le llevaron la delantera en esta región, las de Bayona y Dax.

Como bien saben mis lectores, no he sido yo precisamente un ferviente admirador de Fandiño hasta este año y buenos disgustos que me ha costado dudar de su valía. Hasta recibí advertencias amenazantes de uno de sus banderilleros en el hall del Hotel Ercilla de Bilbao. Pero como nunca, jamás, me dolieron prendas y como, además, soy por suerte un observador privilegiado de cuanto acontece en todo el mundo taurino desde hace cincuenta años, en la segunda mitad de la pasada temporada empecé a creer en el brillante futuro del matador de toros vizcaíno, incluso pese a su doble fracaso con seis toros en solitario en Bilbao y en Valencia. Sin embargo y tras sufrir la grave cornada de San Isidro, hemos visto como, lejos de retroceder, Fandió está dando pasos de gigante una vez reaparecer completamente recuperado.

Al importante triunfo de Pamplona, ha seguido el de ayer en Mont de Marsan y este realmente trascendental porque aconteció en una plaza llena hasta los topes de muy buenos aficionados – los tendidos de la plaza se parecieron a los de la Maestranza de Sevilla por su atinada y respetuosa manera de ver la corrida -, con una presidencia rigurosísima y frente a una corrida muy seria y encastada que echó varios toros buenos aunque de esos que hay que saber y poder sacarlos partido. Y si a ello añadimos que el primer espada del cartel era nada menos que El Juli, aún más importante resultó el acontecimiento.

El Juli se llevo lo peor del envío. Un primer toro imposible por su endemoniado genio – curiosamente se llamaba “Veneno” – , incluso para quien ostenta la máxima categoría actual entre los diestros que se distinguen por poderosos, y otro que terminó embistiendo gracias a la innegable y ya asolerada maestría del madrileño. Un toro con mucho que torear, como toda la corrida, al que Julián López toreó en creciente perfección con la muleta sobre la mano derecha, sin duda espoleado por la gran faena que Fandiño había hecho con el tercer toro. Pero tan ostensiblemente motivado vimos a El Juli que, en vez de entrar a matar a su debido tiempo y cuando tenía las dos orejas del toro bien ganadas, se extralimitó en su afán de superar lo insuperable mediante un largo arrimón que no aceptó el animal hasta el punto de ensuciar y desmerecer innecesariamente el importante trasteo que acababa de llevar a cabo. Por eso y porque la estocada con que mató El Juli fue uno de sus ya demasiado repetidos caponazos, tras perfilarse fea y exageradamente con la espada apuntando a la luna en vez de al morrillo del toro, lo que iba para dos apéndices quedó un uno, lo que le privó de salir a hombros con Fandiño.

El de Orduña por su parte, nos asombró para empezar con el magnífico tercer toro con una labor no solo completa. Capote, muleta y espada irreprochables desde cualquier punto de vista. Además, con esa maravillosa frescura y esa natural entrega que los toreros en vena exhiben en los momentos cruciales de su carrera. Últimamente, Fandiño está viendo toro en todas y cada una de las circunstancias favorables o adversas que se le presentan. Y lo ve tan claro, que asombra por la absoluta certeza de sus puntuales decisiones a lo largo de la lidia, sin duda inteligentes por antecederse a lo que el toro va a plantearle – lo que demuestra su gran valor – y, por fin, mediante un estilo clásico sin la menor mácula por lo que respecta a elección de los terrenos más adecuados en cada caso, la colocación precisa en los cites, la ejecución perfecta de las suertes y un incondicional sentido del temple. Y todo ello, culminado con unas estocadas de inmaculada factura de las que los toros salen fulminados.

Lo repitió para remachar el clavo con el no tan bueno sexto. No tan bueno en principio, pero bueno, porque cuando se torea bien, todos los toros mejoran. Un pinchazo previo a otra gran estocada, le privaron de cortar la segunda oreja, pero no de disfrutar de una merecidísima apoteosis en su salida de la plaza en loor de multitudes.

Mientras era sacado en hombros me acordé, salvando las distancias, de una histórica tarde de la feria julio de 1971 en Valencia cuando Paquirri también rompió en figura cortando el rabo del sexto toro de Pablo Romero alternando nada menos que con Antonio Ordóñez y Paco Camino que también triunfaron – dos orejas el rondeño y una el de camas – aunque no con la contundencia del de Barbate, ese año recién ennoviado con Carmen, la hija mayor del gran maestro.

En las distancias señaladas respecto a aquella corrida y la de ayer, hay que situar a Matías Tejela que llevaba dos años cuajando muy buenas faenas en Mont de Marsan. Una con un extraordinario toro de Robert Margé y otra con otro estupendo de Fuente Ymbro. Al verle bastante bien con el magnífico segundo de ayer, aunque no como en las dos señaladas ocasiones, pensé en eso de que “quien no ha visto a Matías en Monte de Marsan no ha visto a Matías”… Cortó una oreja a un toro de dos. Pero con el también magnífico sexto anduvo tan por bajo de sus condiciones que, pese a matar de solo una estocada – simplemente desprendida –, la presidencia se negó a darle la oreja que, para colmo, no fue pedida mayoritariamente. Protestó con gestos desabridos el de Alcalá de Henares, pero sin razón. En mayor o menor medida, había dejado escapar el mejor lote de la tarde.

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